Ejercicio de reescritura (5) a partir de un texto de Rafael Cansinos Assens

Debo el descubrimiento de la prosa de Rafael Cansinos Assens, escritor español de principios del siglo XX, a Jorge Luis Borges. El escritor argentino lo reconoció como su maestro y esto despertó mi interés. No creo que me equivoqué al afirmar que en Borges se puede rastrear al mentor.

Siempre admiré en los grandes artistas y pensadores su honestidad intelectual y su agradecimiento para con sus predecesores, así como su labor silenciosa por un necesario sentido del deber que les alejaba de la vanidad. 

Intuyo que estos dos excelsos escritores se sabían pequeños afluentes abocados al gran río que es, la producción intelectual de la humanidad.

Texto original

El enigma de la vida ha cautivado mis ojos desde la niñez; y mis ojos se han hecho ciegos y no he podido descifrarlo.

Durante mucho tiempo, mis labios han dicho palabras insensatas; y he afirmado o he negado según el tiempo que hacía en mi corazón; y al final me he convencido de que no he hecho otra cosa que crear nombres y que el enigma continuaba indescifrable.

Y al fin he dicho: dejemos que los locos disputen; todo lo que el hombre dice, sólo es bueno para él.

(Extracto de El candelabro de los siete brazos de Rafael Cansinos Assens).

Versión 1

Mis ojos, desde que era niño, han contemplado con estupor la vida y cautivados por su enigma han quedado ciegos sin llegar a descifrarlo. 

Mis labios (los años son testigos) se han empeñado en pronunciar palabras insensatas, afirmando o negando según la corriente de fondo de mi corazón; y al final me he convencido de que todo en este tiempo ha sido crear nombres que el enigma sorteaba indescifrable.

He dicho al fin: dejemos que los engañados por palabras propias disputen; todo lo que el hombre dice es sólo bueno para él.

Versión 2

Son mis ojos los cautivos de un enigma que guarda con celo la vida. Ya  éstos en mi niñez anhelaban liberarse para contemplar con estupor lo que la vida les oculta. Pero no ha podido ser. En la inútil espera, estos dos prisioneros han quedado ciegos y el enigma, el carcelero, permanece aún más inescrutable.

Durante años, fueron mis labios, atrevidos portadores de palabras  ajenas con las que buscaba reflejar y fijar el movimiento indómito de la vida. Pero todo fue una pretensión insensata: las palabras se agolpaban infructuosas en torno a un sí o a un no, pues no eran más que espejos de otra mudanza, la de mi alma. Definitivamente me resigné: era inútil crear palabras con las que descifrar el enigma.

Al final una certeza aliviadora me es dado enunciar: ¡Qué los locos disputen lo que quieran! Todo lo que el hombre dice, lo dice a su medida.

Versión 3

El enigma de la vida rehuye mis ojos y se niega a ser descifrado.

Durante años, mis labios fueron emisarios de palabras imprecisas y un sí o un no en ellos, testigos de la mudanza de mi alma. Me he desengañado. Nada espero de las palabras: el enigma es inescrutable.

Hoy una certeza me golpea: ¡Qué los locos disputen cuánto quieran! El hombre sólo dice para su propio bien.

David Galán Parro

6 de abril de 2024

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